Nuevas formas de vivir, crear y habitar

Hace unos 3000 años, en el actual Noroeste argentino fueron surgiendo nuevos espacios que nos dan indicios de grandes transformaciones. Se fueron desarrollando nuevos modos de vivir que implicaron la cría de ganado y el cultivo de vegetales, y se formaron nuevas comunidades. Estos nuevos modos de habitar no eran idénticos en los diferentes lugares, y fueron cambiando con el tiempo, pero guardan relación con la forma de vida actual de muchas comunidades indígenas y campesinas de nuestro país. Comencemos aprendiendo sobre esas formas actuales de hacer vida junto a cerros, animales, agua y plantas para adentrarnos luego en cómo los equipos de arqueología hacen para desentrañar cómo se dieron esos vínculos en el pasado.

Criadores criados

En distintos lugares de la zona andina de Sudamérica, los pobladores de las áreas rurales crían plantas y animales. A su vez, las plantas crían a sus hijos en las parcelas de cultivo o en el cerro; los animales crían a sus hijos y son criados como tales por la tierra y ella a su vez los cría como lo hace una madre.

¿Qué podemos aprender de esa relación entre personas, animales y plantas? Quizá sea difícil de entender para los que viven en otros lugares, pero para estos pobladores la familia y los parientes incluyen a animales, plantas, cerros y vertientes. Una lomada en una zona alta puede ser criada por una comunidad mediante cercos, obras de riego, abono. Así, esa lomada podrá a su vez, criar vicuñas y llamas. En un sembradío, la aparición de una planta silvestre puede estar “diciendo” que se debe dejar descansar la tierra. Un sector de la chacra que no ha sido bien atendido, cuidado, puede llenarse de plantas silvestres, porque las plantas, señalan, pueden “caminar” y abandonar a su criador.  Quien siembra por primera vez en la chacra puede pensar: “¿querrán estas semillas acostumbrarse a esta tierra?”. Todos crían: crían las personas y cría el cerro y la Pachamama.

En esta red de relaciones hay afecto, cuidado y cariño, pero también hay responsabilidad y obligaciones. Quienes hablan en aymara, como algunas poblaciones del norte de Chile, le dicen en su lengua uywaña (que se puede traducir como “crianza mutua”).

Quizá esta idea de crianza mutua ayude a entender cómo eran los paisajes agrícolas de las primeras sociedades aldeanas de nuestro Noroeste. Cuando pensamos en la vida doméstica de estos pobladores no tenemos que pensar solo en lo que sucedía dentro de las casas; también era parte de la vida doméstica lo que estaba afuera: los campos cultivados, los corrales, las acequias y canales de riego; incluso, el cerro mismo.

Saberes técnicos

Hasta hace algunos años se pensaba que la agricultura de las primeras sociedades aldeanas era muy rudimentaria y ocupaba espacios reducidos. Pero las investigaciones arqueológicas más recientes muestran algo muy distinto: al menos desde comienzos del primer milenio de nuestra era (esto es, hace unos 2000 años) existían tecnologías complejas de riego, cultivos en terrazas, nivelación y despedre de parcelas, diversidad en la combinación de cultivos y en la delimitación de espacios de siembra, al igual que de zonas sin cultivar, tal como ocurre actualmente en muchas comunidades campesinas. A eso se sumaban espacios para la cría de llamas (corrales) y muchas veces el empleo de su guano como abono en los espacios agrícolas. También se seguían cazando animales de diverso tipo y, en algunos lugares, esa actividad era acompañada por la pesca; ambas eran importantes fuentes de alimento.

De cada especie cultivada se probaban, además, nuevas variedades, tratando que respondieran mejor a las condiciones del suelo, la humedad, las horas de sol. Y así se siguió haciendo a lo largo del tiempo: aprender a domesticar animales y plantas en el Noroeste no parece haber sido un proceso de dominio de la naturaleza que se dio en un determinado momento, ni de una vez y para siempre, sino más bien un diálogo muy rico y muy complejo que todavía continúa.

Cultivo en terrazas. 1 y  2. Redes de riego artificial (construcción de canales, control de las pendientes). 3.Preparación de las parcelas (nivelación, despedre, roturación de los suelos, incorporación de abonos). 4. Control de procesos erosivos (por ejemplo, mediante la construcción de terrazas con muros de piedra para evitar que los suelos se laven con las lluvias). 5. Rotación de cultivos (cambio periódico de las plantas cultivadas en cada parcela, para evitar la pérdida de nutrientes del suelo). 6. Combinación de cultivos en una misma parcela, lo que supone un complejo manejo de diferentes calendarios agrícolas.
Obras de riego en Catamarca. Izquierda: canal principal con una pared lateral en el sitio Tebenquiche Chico; centro: acequia arqueológica en El Alto El Bolsón, en el valle de El Bolsón; derecha: acequia actual o en reúso en el mismo valle.

Explorando antiguos campos de cultivo

Ahora mismo, en el presente, quedan evidencias que se advierten a simple vista de obras de regadío y de corrales construidos por las primeras sociedades aldeanas, como muestran estas fotografías tomadas en distintos sitios de las provincias de Catamarca y Tucumán.

Izquierda: terrazas de cultivo en las sierras de El Alto-Ancasti, Catamarca, a 1410 metros sobre el nivel del mar; centro: terrazas de cultivo en Encima de la Cuesta (Quebrada de Antofalla), Catamarca, a 3675 metros de altitud; derecha: recintos de cultivo en el valle de Tafí, Tucumán, a 2350 metros de altitud.

Las fotografías aéreas y las imágenes satelitales, por su parte, han ayudado a delimitar las áreas cultivadas. Así pudo saberse que había espacios de cultivo a “pequeña escala”, pero también los había mayores, como los de Laguna Blanca, Catamarca, que tienen unas 400 hectáreas de extensión, y los del valle de Ambato, en la misma provincia, cuyas parcelas aterrazadas se extendían por 800 hectáreas.

Casas, campos de cultivo y corrales

Las excavaciones en los sitios de producción y también fuera de ellos han permitido encontrar restos de plantas, algunos de ellos microscópicos. Lo que muestran esos hallazgos es que al menos en algunos campos de cultivo el panorama era bien variado, con plantas domesticadas, nuevas variedades obtenidas a partir de estas, plantas silvestres antecesoras de las domesticadas y cruzas varias: todo un mundo biodiverso. Y en consonancia con esa diversidad, en muchos casos los límites entre los espacios cultivados y aquellos donde crecía la vegetación silvestre no estaban claramente definidos, como sigue ocurriendo en los huertos de muchas comunidades campesinas actuales.

Esquema elaborado por el equipo de arqueología que estudia sitios ubicados en el valle de El Bolsón, Catamarca. En el sitio El Alto El Bolsón, a 3100 metros sobre el nivel del mar, se encontraron restos microscópicos de maíz (a), papa (b), plantas de la familia de la quínoa (c, d), y poroto (e), y evidencias de guano de camélido, incorporado como abono. Arriba, dibujos de las plantas; abajo, fotografías de los hallazgos, tomadas con ayuda de un microscopio.

A la variedad en los campos agrícolas se le suma la disposición de las casas, a veces en medio de los campos de cultivo, a veces agrupadas, incluso más o menos alejadas de los corrales. En otros casos había lugares especiales, alejados de las casas, donde en determinada época del año se pasaba un tiempo con los animales mientras estos se alimentaban de buenos pastos.

Como vimos, hay sitios pequeños y sitios que abarcan una gran superficie: estos serían una sumatoria de pequeñas unidades formadas por casas y campos de cultivo. Los corrales podían estar cerca de las casas, y muchas veces un mismo espacio era, en un momento, usado para sembrar y, en otro momento, empleado para proteger a los animales. Algunas veces, los restos de la cosecha que la gente no consumía eran dados como alimento  a las llamas, que también salían a los cerros a comer. En algunos espacios, la formación de sitios extensos mediante el agregado de unidades menores se dio gracias a la extensión de las redes de riego (la prolongación del canal principal y el agregado de un canal secundario, por ejemplo).

Actualmente, las pequeñas unidades familiares forman parte del paisaje agrario en muchos lugares del Noroeste.


Para saber más

Alejandra Korstanje , Marcos Quesada, Valeria Franco Salvi, Verónica Lema y Mariana Maloberti: “Gente, tierra, agua y cultivos: los primeros paisajes agrarios del Noroeste argentino”, en Crónicas materiales precolombinas, páginas 721 a 749.

Créditos. Fotografías tomadas del artículo citado.