Como es habitual en los estudios de arqueología, los equipos que investigan los sitios del Noroeste argentino realizan su trabajo en varias etapas. Algunas de ellas se llevan a cabo en el campo, tanto en las áreas estudiadas como en los sitios arqueológicos específicamente; otras, en laboratorios o espacios de museos o universidades.
Una primera exploración del área y los sitios
Cuando el grupo de trabajo llega por primera vez al área que quiere estudiar, tiene que hacer una exploración general que permita conocer el lugar: cómo es el relieve, cuál es el recorrido de los cursos de agua, cuáles son los accesos, qué grado de preservación tienen los sitios arqueológicos, qué rocas y otros recursos podían tener a su alcance sus antiguos pobladores. El trabajo de exploración, también llamado prospección, se complementa con el análisis de imágenes satelitales y fotografías aéreas, y de información referida a los aspectos ambientales (como clima, vegetación, animales silvestres). La información provista por los pobladores actuales y por investigaciones previas también es muy importante.
En esta primera etapa se pueden hacer sondeos o pequeñas excavaciones en distintos puntos para tener una idea de la riqueza que puede tener un sitio en cuanto a los restos materiales que se encuentran en él: no riqueza en el sentido del valor económico, sino riqueza en términos de abundancia, variedad y estado de conservación de esos restos, que nos hablan de la gente que los generó en el pasado. Es habitual también que se recojan algunos materiales para su posterior análisis, sobre todo cuando están en la superficie del sitio, ya que se puede dejar constancia del lugar de donde fueron recogidos en un mapa general.
Este mapa del norte del valle de Tafí, Tucumán, fue elaborado sobre la base de una imagen satelital. Muestra la ubicación de seis sitios arqueológicos que están siendo estudiados. También permite ver que en las inmediaciones de esos sitios hay actualmente explotaciones agrícolas y que toda el área está cruzada por una ruta. Por eso esos sectores, que seguramente también fueron ocupados en tiempos prehispánicos, aparecen como “sectores alterados”.
Planificar la excavación, excavar, estudiar los contextos
La primera exploración del sitio permite al equipo identificar los sectores que tienen mayor probabilidad de contener contextos preservados, es decir, no elementos sueltos, sino espacios donde los restos se encuentran asociados a otros restos, en su ubicación original. Por ejemplo, lo que queda de una vivienda con fogones, ollas donde se elaboraba la comida, restos de animales y vegetales que sirvieron de alimento.
En la excavación se va registrando minuciosamente todo lo que va saliendo a la luz, capa por capa, de modo de hacer una especie de mapa del contexto, ya que lo más importante es el conjunto de hallazgos y no cada pieza en particular.
No solo se les presta atención a las piezas que se ven a simple vista; los sedimentos son pasados por una zaranda que permite recuperar semillas, fragmentos de cerámica, piedra o hueso, y pequeñas piezas de esos materiales. Todo tiene valor para reconstruir las actividades de los antiguos habitantes del lugar.
Esquema y fotografías de un entierro en el sitio arqueológico Soria 2, valle de Yocavil, Catamarca. (a) Esquema mostrando la ubicación de la olla que contenía los restos de un niño. Las fotos (b-e) van registrando paso a paso cómo van saliendo a la luz los elementos contenidos en la olla, a medida que se va removiendo el sedimento alrededor y adentro de la misma. Los equipos de arqueología no trabajan con objetos particulares, sino con contextos donde todo tiene valor: los objetos, el sedimento, los microrrestos, etcétera. Una olla suelta, descontextualizada, aporta muchísima menos información que la misma olla hallada en el lugar donde fue originalmente ubicada.
Si el sitio tiene restos de construcciones, a medida que avanza la excavación irán asomando partes que no estaban visibles. El equipo podrá darse cuenta así de la forma y el tamaño de los distintos recintos y los registrarán en planos detallados.
Estos dos planos fueron hechos antes y después de la excavación del sitio arqueológico Soria 2, en el valle de Yocavil. En el plano de la izquierda se representaron los restos de muros que eran visibles en el terreno antes de la excavación. Esta permitió definir en parte dos recintos, representados en el plano de la derecha como R1 y R2.
Fotografía de un sector de la aldea de Yutopián, en el valle del Cajón, Catamarca, luego de la excavación. Los hilos indican las cuadrículas o sectores de excavación.
A partir de las construcciones y de los materiales encontrados en la excavación −fragmentos de cerámica, artefactos de piedra, restos humanos y de animales y vegetales− se pueden reconocer áreas domésticas, sectores funerarios, terrenos dedicados a la agricultura o al pastoreo y espacios donde se desarrollaban prácticas rituales. Al regreso del trabajo de campo, el análisis de esos materiales en laboratorios especializados y el intercambio con otros equipos de investigación −muchas veces de disciplinas distintas, como geología o química− aportarán nueva información, confirmarán algunas ideas, descartarán otras y, seguramente, abrirán nuevos interrogantes.
La antigüedad de los hallazgos
En arqueología, para saber de qué fecha son algunos de los restos hallados, se usa el método de datación radiocarbónica. Este método mide la cantidad de carbono 14, que es un elemento que incorporan todos los seres vivos a lo largo de su vida. Cuando estos mueren, dejan de incorporar el carbono 14 y comienzan a perderlo de una manera constante. Cuando los restos de un organismo son hallados en una excavación arqueológica, se estudia la proporción de carbono 14 que aún le queda, lo cual otorga una medida del tiempo transcurrido desde su muerte. Esto hace que el método sirva para fechar la edad de distintos materiales orgánicos que los grupos de investigación encuentran en diversos contextos arqueológicos estudiados: huesos, dientes, maderas, semillas carbones, etcétera.
Una vez establecida la antigüedad, se puede inferir la época en que estuvo vivo ese organismo. Cuando pasa demasiado tiempo, el carbono 14 de los restos orgánicos se agota, y entonces ya no se lo puede datar: por eso, el límite máximo de la datación radiocarbónica es aproximadamente de 45.000 años. Así, los años radiocarbónicos se cuentan desde el presente hacia atrás, tomando como año 0 de la escala la fecha de 1950.
Veamos un ejemplo de esto. Pongamos por caso que de una excavación se recuperan restos de madera, estos van al laboratorio de radiocarbono y vuelven con un fechado: 3000 AP (es decir, antes del presente). Lo que hacen muchas veces los equipos de arqueología es traducir esto a años calendario, es decir, al calendario que usamos nosotros, donde el año lo marca el nacimiento de Cristo, por eso se usa a. C. (antes de Cristo) y d. C. (después de Cristo), o a.e.c. (antes de la era común) y d.e.c. (después de la era común). 3000 AP sería 1000 años antes de Cristo (1000 a. C.); si el fechado hubiese sido, por ejemplo, 1800 AP sería 200 años después de Cristo (200 d. C.). Si expresamos el tiempo en milenios, desde el año 1 hasta el año 1000 se extiende el primer milenio, es decir, del 2000 AP al 1000 AP.
Créditos
Mapa sobre imagen satelital. Tomado de Julián Salazar y Valeria Franco Salvi: “Producción y reproducción social durante el primer milenio en el valle de Tafí”, en Crónicas materiales precolombinas, página 81.
Esquema y fotos de un entierro en el sitio arqueológico Soria 2, en el valle de Yocavil. Tomados de Romina Spano, M. Solange Grimoldi, Valeria Palamarczuk y Alina Álvarez Larrain, “Entre muros y vasijas: entierros y memoria en Soria 2, valle de Yocavil, en Crónicas materiales precolombinas, página 485.
Fotografía de un sector de la aldea de Yutopián. Tomada de María Cristina Scattolin, María Fabiana Bugliani, Lucas Pereyra Domingorena, Leticia Inés Cortés, Marisa Lazzari, Andrés Darío Izeta y Cristina Marilin Calo, “Habitar, circular, hacer. El punto de vista de La Quebrada”, en Crónicas materiales precolombinas, página 433.