Revisión académica: Gabriel Eduardo Miguez y Mario Alejandro Caria.
Una vista del paisaje desde el sitio Yánimas 1, mirando hacia el oeste. Al fondo, la vertiente oriental del Cerro Quico.
En el sur de Tucumán, en los faldeos orientales de la sierra de Aconquija y otras serranías menores −una zona cubierta, en su mayor parte, por una densa vegetación− se identificaron unos cuarenta sitios arqueológicos. Uno de ellos se conoce como Yánimas 1, y está siendo estudiado por un equipo de arqueología.
Ubicado en la orilla sur del tramo superior del río Marapa, el sitio está emplazado en el pedemonte ondulado situado al este del cerro Quico. El equipo dividió el sitio en diferentes sectores, y centró su trabajo en el sector central (SC en el plano), el mejor preservado. Se trata de un espacio plano de aproximadamente una hectárea, rodeado por cuatro zonas más elevadas dispuestas en forma de U, que fueron denominadas estructuras monticulares 1, 2, 3 y 4 (EM 1, EM 2, EM 3 y EM 4 en el plano).
Plano del sitio Yánimas 1.
Los montículos tienen entre 120 y 150 metros de longitud. EM 1, de planta oval, es el menos extenso y el más elevado, con casi 3 metros de altura.
Espacios con funciones diferentes
Los materiales encontrados en Yánimas 1 hacen pensar que hace aproximadamente mil años atrás había allí una ocupación de grandes dimensiones, cuyos habitantes tenían una economía que combinaba el cultivo de especies locales con la recolección de frutos silvestres, la caza y la pesca.
El estudio de los hallazgos encontrados en distintos sectores del sitio también le permitió al equipo de arqueología proponer que seguramente la zona plana del sector central era un lugar público, y que ese lugar público estaba rodeado de una amplia zona de viviendas. Además, había un sector, la EM1 (estructura monticular 1), que no se parecía a ninguno de los otros.
Los hallazgos en EM 1
Durante las excavaciones en la EM1 se hallaron fragmentos de cerámica y de artefactos de roca pulida, restos de animales y de vegetales carbonizados, fragmentos de piedra tallada, tubos de pipas de cerámica, un diente humano, tres cuentas de collar, dos laminillas de oro, una pieza parecida a un silbato de hueso de ave y un bezoar (un cálculo que se forma en el sistema digestivo o en los riñones de algunos mamíferos; en este caso se trata de un bezoar de camélido). El material era abundante y muy diverso.
Veamos con un poco más de detalle estos hallazgos.
- El bezoar. En el mundo andino, los bezoares de camélidos son muy valorados: se los utiliza para la cura de algunas dolencias físicas (problemas digestivos, dolores estomacales, envenenamiento) y mentales o espirituales (miedo, melancolía), entre otras. Su presencia en sitios arqueológicos lleva a pensar que fueron también objetos de relevancia en algunas comunidades prehispánicas, por lo que es probable que fueran utilizados por personajes con cierto prestigio, como curanderos y chamanes, durante la realización de sesiones terapéuticas. También se los empleaba en prácticas rituales vinculadas con el sacrificio de llamas.
- Las pipas. En la EM1 se hallaron cuatro fragmentos de tubos cerámicos. Dos de ellos son pequeños, sin boquillas, con sus superficies externas alisadas; los otros dos son más largos, tienen boquillas y están pulidos. El análisis del contenido de los tubos mostró la presencia de restos de cebil y tabaco, que se utilizaban como sustancias psicoactivas (es decir, que generan alteraciones en la conciencia y la percepción). El cebil es un árbol local: pueden encontrarse ejemplares aislados en áreas abiertas, como orillas de ríos y arroyos; también hay bosques de cebiles en las cumbres de algunas lomadas y en sus laderas. El tabaco es una planta cultivada que podría ser local o no.
- El “silbato”. El silbato que se halló en el sitio está confeccionado con un fémur de ave rapaz. Usualmente, instrumentos como este eran utilizados por chamanes en sesiones terapéuticas o vuelos extáticos.
- Las dos laminillas metálicas. Estas laminillas son de una aleación (combinación de metales) donde predomina el oro, con porcentajes menores de plata y cobre. Una de ellas podría ser la representación de un rostro: el contorno tiene dos salientes a modo de orejas y tres orificios que parecen simbolizar los ojos y la boca. Dado que en el área no existen yacimientos de esos metales, se supone que fueron obtenidos mediante intercambio. El alto valor simbólico que habrían tenido en la cosmovisión de estas comunidades y su escasez en el piedemonte sugieren que su uso debió haber estado restringido a personas de cierto prestigio.
- Restos de animales y vegetales. El equipo de investigación identificó restos que representan el universo animal de la zona. Son restos de camélidos, cérvidos, roedores, quirquinchos, un felino chico, aves, reptiles, anfibios, peces e invertebrados. Entre todos ellos se destacan los restos de una taruca, un ciervo al que los pueblos andinos le otorgaban un carácter sagrado y que era utilizado en rituales curativos. Entre los vegetales se hallaron restos, en su mayoría carbonizados, de plantas silvestres, como algarrobo y chañar, así como de especies domesticadas. Es probable que su presencia esté relacionada con la práctica de algunos rituales. La algarroba, por ejemplo, tenía una gran importancia simbólica en las comunidades de la región, y se utilizaba en ofrendas y en la elaboración de bebidas fermentadas que eran consumidas en diversos rituales y ceremonias festivas.
- Cenizas. La presencia de cenizas podría estar vinculada a la quema de ofrendas, una práctica ritual común en la zona andina. Los restos orgánicos e inorgánicos con signos de haber sido expuestos al fuego parecen corroborar esta hipótesis. Esas quemas podrían haberse realizado en el mismo lugar o en otro sitio. En este último caso, los restos y las cenizas podrían haberse depositado posteriormente en el montículo 1.
Algunos de los materiales hallados en Yánimas 1. 1, 2 y 3: fragmentos de cerámica; 4 y 5: laminillas metálicas; 6: bezoar de camélido; 7: “silbato” confeccionado con hueso de ave.
¿Qué pueden estar “diciendo” los hallazgos?
El equipo que trabaja en el sitio señala que los hallazgos mostrarían que EM 1 era un espacio relacionado con experiencias espirituales: gran parte del montículo se habría formado por el depósito de materiales durante la celebración de ritos y ceremonias. Varios de los objetos hallados parecen estar relacionados con diversas prácticas chamánicas, como curaciones físicas y espirituales o vuelos extáticos para comunicarse con los antepasados, para proteger a la comunidad de las amenazas de espíritus malignos y de enfermedades, y para preservar el ambiente de las plagas.
Es posible que algunos rituales no se hayan desarrollado en este lugar o en sus inmediaciones. Sin embargo, el hecho de que objetos como el silbato, el bezoar y las laminillas de oro hayan sido depositados allí revela la importancia del montículo en el paisaje local.
Los hallazgos de restos de plantas y animales nos indican que las personas que habitaron este sitio compartían comidas en ocasiones especiales, por ejemplo, en ceremonias comunitarias. Los grandes vasos que se encontraron, podrían haber sido usados para algunas bebidas preparadas por fermentación, para ser tomadas en estas ceremonias de manera compartida. Dado que se han registrado también varios materiales conocidos en los Andes como útiles para curar o para prácticas mágicas, es posible que algunas de estas ceremonias hayan sido coordinadas por una persona que tenía mayor conocimiento de estos materiales que el resto del grupo.
Para saber más. Gabriel Eduardo Miguez y Mario Alejandro Caria: “Paisajes y prácticas sociales en las selvas meridionales de la provincia de Tucumán (1er. milenio D.C.)”, en Crónicas materiales precolombinas, páginas 111 a 148.
Créditos
Plano y fotografías. Tomado de Gabriel Eduardo Miguez y Mario Alejandro Caria: “Paisajes y prácticas sociales en las selvas meridionales de la provincia de Tucumán (1er. milenio D.C.)”, en Crónicas materiales precolombinas, páginas 125, 127 y 129.